Hay un momento antes de cualquier viaje en el que cerrás los ojos e imaginás cómo será.
Te imaginás el color exacto del cielo, el sonido de las pisadas de los animales, incluso cómo va a sentirse el aire en tu cara. Es una especie de ritual silencioso, como si al proyectarlo pudieras hacerlo más real. Pero lo curioso es que África no se parece en nada a lo que imaginás, y al mismo tiempo, es exactamente lo que esperabas.

Es un lugar donde la vida late con más fuerza. Donde los rugidos de la sabana conviven con las canciones que brotan en los mercados. Los paisajes y los animales te asombran, pero es su gente la que te deja sin palabras: miradas que cuentan historias, manos que construyen tradiciones y una calidez que te hace sentir parte, aunque acabes de llegar. África es una experiencia que empieza cuando ponés un pie en su tierra y no termina, ni siquiera cuando te vas.

Lo que este viaje tiene para darte no cabe en una foto ni en un recuerdo. Es un trayecto hacia lo desconocido, hacia lo que te conecta con algo más grande. Como un tren que cruza fronteras, cada destino es una estación y un punto de partida para descubrir tu propia África.