Todo comienza con una idea. A veces es una foto de Machu Picchu que despierta tu curiosidad; otras, es alguien que te habla del Salkantay y de lo duro que puede ser el camino. Es ese tipo de desafío que queda dando vueltas en tu cabeza: cinco días de trekking, 72 kilómetros de caminata, 4692 metros sobre el nivel del mar, dormir entre montañas. Suena épico y desafiante a la vez.
La idea empieza a tomar forma, y así se convierte en un plan. Los días se llenan de listas: championes cómodos, abrigo, una mochila que no pese tanto. Cada cosa que anotás hace que el viaje comience a definirse en tu mente.
Pero justo cuando estás a punto de dar el primer paso, te cae la ficha: no se trata solo de llegar a Machu Picchu. Se trata de todo lo que pasa en el medio: charlas interminables con compañeros de viaje, el silencio de las montañas, rituales a la Pachamama, ese momento en que te quedás sin aire pero aun así seguís, o ese mate que compartís en el campamento con el grupo.
Es difícil, sí. Pero vale la pena. Siempre.
8 noches
Cusco
Soraypampa
Collpapampa
Santa Teresa
Machu Picchu
Te adelantamos parte de la información que siempre brindamos en nuestras reuniones informativas. Nuestro itinerario de viaje por Machu Picchu comienza así:
Antes de encarar el Salkantay, nos damos dos días para aclimatarnos en Cusco. El cuerpo necesita tiempo para adaptarse a los más de 3400 metros sobre el nivel del mar. Pasear por las calles empedradas, visitar el mercado de San Pedro o recorrer Sacsayhuamán te ayuda a entrar en sintonía con el entorno, mientras tu cuerpo se acostumbra al aire más ligero.
Comienza el trekking. El aire fresco de la mañana y la emoción del inicio te llenan de energía. El camino arranca con una pendiente constante. Al principio no es tan duro para las piernas, pero la altitud se hace sentir en cada respiración. Llegamos al campamento de Soraypampa, almorzamos y hacemos una caminata a la laguna Humantai para luego volver y descansar.
Es el día de mayor esfuerzo y donde alcanzamos el punto más alto: 4692 metros. El Salkantay se revela en toda su grandeza, rodeado de glaciares y rocas multicolores. Desde allí, el paisaje se transforma: nieve y rocas ceden el paso a un verde vibrante. Descendemos hasta llegar a un campamento al lado de un río, donde el sonido del agua nos acompaña mientras descansamos.
Este es el día de las sorpresas. Seguimos el curso de un río que a veces se esconde entre barrancos y otras veces nos salpica al cruzarlo. El paisaje es exuberante, con un cambio radical de clima y de vegetación. Por la tarde llegamos a un pequeño pueblo donde nos espera una recompensa que se siente gloriosa: la primera cerveza fría del camino y unos baños termales.
Después de tres días de caminos intensos, alcanzamos Aguas Calientes. Es una transición hacia el destino final. Aquí, nos relajamos y nos preparamos para lo que está por venir. La expectativa crece; Machu Picchu nos espera al amanecer.
El gran momento llegó. Iniciamos la subida final hacia la ciudadela. Cuando cruzamos la entrada, la imagen de las ruinas entre las montañas nos deja sin aliento. Cada paso dado hasta aquí encuentra su significado en este instante. Machu Picchu, con su mística intacta, es el cierre perfecto para un viaje que no solo transformó el paisaje, sino también a nosotros mismos.
Antes de encarar el Salkantay, nos damos dos días para aclimatarnos en Cusco. El cuerpo necesita tiempo para adaptarse a los más de 3400 metros sobre el nivel del mar. Pasear por las calles empedradas, visitar el mercado de San Pedro o recorrer Sacsayhuamán te ayuda a entrar en sintonía con el entorno, mientras tu cuerpo se acostumbra al aire más ligero.
Es el día de mayor esfuerzo y donde alcanzamos el punto más alto: 4692 metros. El Salkantay se revela en toda su grandeza, rodeado de glaciares y rocas multicolores. Desde allí, el paisaje se transforma: nieve y rocas ceden el paso a un verde vibrante. Descendemos hasta llegar a un campamento al lado de un río, donde el sonido del agua nos acompaña mientras descansamos.
Después de tres días de caminos intensos, alcanzamos Aguas Calientes. Es una transición hacia el destino final. Aquí, nos relajamos y nos preparamos para lo que está por venir. La expectativa crece; Machu Picchu nos espera al amanecer.
Comienza el trekking. El aire fresco de la mañana y la emoción del inicio te llenan de energía. El camino arranca con una pendiente constante. Al principio no es tan duro para las piernas, pero la altitud se hace sentir en cada respiración. Llegamos al campamento de Soraypampa, almorzamos y hacemos una caminata a la laguna Humantai para luego volver y descansar.
Este es el día de las sorpresas. Seguimos el curso de un río que a veces se esconde entre barrancos y otras veces nos salpica al cruzarlo. El paisaje es exuberante, con un cambio radical de clima y de vegetación. Por la tarde llegamos a un pequeño pueblo donde nos espera una recompensa que se siente gloriosa: la primera cerveza fría del camino y unos baños termales.
El gran momento llegó. Iniciamos la subida final hacia la ciudadela. Cuando cruzamos la entrada, la imagen de las ruinas entre las montañas nos deja sin aliento. Cada paso dado hasta aquí encuentra su significado en este instante. Machu Picchu, con su mística intacta, es el cierre perfecto para un viaje que no solo transformó el paisaje, sino también a nosotros mismos.
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